«¿Tienen idea de cómo luce Ciudad de México a las seis de la mañana,
vista desde la azotea de un edificio de seis pisos, donde las sábanas en
los tendederos manotean como fantasmas temerosos, empujados por el
viento? El cielo es una herida purulenta, una nata color marrón, densa
como aceite sucio de coche o como café capuchino en vaso transparente,
flota amenazante cerca del asfalto. Cualquiera dice, no tengo salvación y
puede que no mienta. Sales a la calle, pero no sabes si
volverás completo a casa. Todo puede pasarte en un par de horas, ser
arrollado de ida y vuelta por un loco detrás del volante. A ese loco no
podrán echarle encima una condena larga por ser menor de edad. Puedes
ser martirizado, convertido al satanismo o a Dianética sin previo aviso,
usado para tráfico de drogas, sodomizado por un tipo vestido de Santa
Claus, obligado a aceptar una tarjeta de descuentos que no quieres.»
Ley
Garrote. Joaquín Guerrero-Casasola.
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